Siempre hay un concluyente.
Y aun a sabiendas de que todo puede
recuperarse…
siempre
queda la punzante cicatriz,
que por
sí misma habla de una historia que pasó
y que
siempre se quedará ahí, cincelada en la memoria.
Hay un tiempo para todo, igual que hay un
comienzo
que
siempre acarrea un final.
Ser la eterna sospecha suele resultar un
lastre pesado,
difícil de arrastrar incluso para uno mismo.
Uno debe saber que cuando el sentimiento
se
traduce en dolor punzante,
se
corre el riesgo de convertirse en un enfermo de amor.
Es el momento de recuperarse y restablecer
nuevamente la identidad.
Hoy paso página y edito el final de este blog.
Siempre fue un lienzo vacío
donde escribir el lenguaje de mis sueños.
Hoy paso página…
pero yo sé que siempre dejo
doblada una esquina
donde poner en letra menuda…
Continuará.

