Leyendo en las páginas de mi vida,
escudriñando en
el arcón de mis recuerdos,
encontré mi
cruz...
Y atada a ella, una efímera cavilación.
Nunca te he visto, ni siquiera conozco tu nombre,
ciertamente no
sé mucho de ti, pero aún así…
Creo conocerte.
Siempre eres viento bajo mis alas,
sin embargo necesitas
que vuele contigo.
Sueles disfrazarte de un presuroso pensamiento:
El de ser…lo
que no se es.
Y que con probable certeza, nuca serás.
Siempre decidido a representar lo deseado,
tenaz y
melancólicamente.
Aun así…
Sé que eres consciente de ese semblante insólito,
totalmente
infrecuente que habita en mi interior.
Sé que eres dueño de mis frívolos momentos
desconcertantes,
en el que
observándote tras un involuntario reflejo ante el cristal... descubres
atemorizado que hay un extraño que te devuelve la mirada.
Tratas de encubrir la verdad con artimañas,
escondiéndote
por miedo a perder todo cuanto deseas…
bien para alargar el engaño en aquellos a los que
pretendes desenmascarar, quizás oculto tras algo que tranquilice tu dolor,
puede que incluso
alguna de tus tristezas.
Pero sé que acabas manipulándolo todo a tu antojo,
para rechazar
una verdad demasiado demoledora
como para ser capaz de afrontarla.
Pero por muy extraño que me parezcas,
sé que no elegiste
las vicisitudes con que la vida me golpeó,
mientras tus paredes iban cada día cercándote más.
Eres calabozo de mi mente,
perfilando mis
sueños, acechando en la oscuridad de mis sombras,
vestido de un
blanco inmaculado
dispuesto a
profundizar en el laberinto de mi conciencia.
Pero contigo soy príncipe de mis momentos,
señor absoluto
del tiempo en mis pensamientos.
Soy ese libre
encarcelado en si mismo,
dispuesto a
someterse a tu tortura
y entregarse una vez más a la culpa.
Deja que mi alma respire…
Aprenderé tu nombre
Siempre estarás ahí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario